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Tiempos finales - Signos anunciadores

Tiempos finales - Signos anunciadores (Segunda parte)

 

Tiempos finales – Signos anunciadores 1° parte

 

Segunda parte 

La realidad horrorosa de los ensayos nucleares. En los últimos 50 años han tenido lugar 2000 explosiones-test tales, primero sobre la tierra y desde los años 60 bajo tierra. Desde hace 50 años, la humanidad está haciendo una guerra atómica contra la naturaleza, en la que han perecido millones y millones de seres vivos y tanto la corteza terrestre como la atmósfera han sido sacudidas y envenenadas. 

La guerra del ser humano contra la naturaleza, cuya crueldad atacó públicamente el Dios creador en Su manifestación, tiene lugar en muchos frentes y hace mucho tiempo que se ha convertido en una lucha a vida o muerte. Nada documenta esto de forma más drástica que la galopante extinción de las especies. Según un informe de la ONU del año 1996, se trata diariamente de más de 100 especies animales y vegetales. El renombrado World-Watch-Institute habló hace pocos meses de una “fase de extinción en masa, como no había habido desde la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años”. Como motivo principal, el autor del estudio científico nombra el retroceso de los bosques, zonas húmedas y selva, así como la caza y pesca excesivas de las reservas animales. Y a esto añade: “La variedad de especies es irrecuperable, la naturaleza no da una segunda oportunidad”. 

Una especial barbaridad es la deforestación de los bosques tropicales a causa de incendios y tala, a lo que añade el hecho de que los bosques europeos se hallan enfermos. Las consecuencias ecológicas de la destrucción global de los bosques serán a juicio de muchos científicos asoladoras: el norte de Europa se transformará en estepa y aridecerá, las laderas de las montañas se deslizarán cada vez más hacia los valles, que serán inundados por crecidas de las aguas; a nivel mundial se producirá un recalentamiento preñado de catástrofes cuando el contenido de anhídrido carbónico de la atmósfera continúe aumentando a consecuencia de la liberación del carbono almacenado en la biomasa de los bosques. Los escenarios que van unidos a ello son desde hace tiempo suficientemente conocidos: derretimiento de los casquetes polares, subida de los mares, inundaciones a nivel mundial, desertización, inhabilitación en amplias zonas de la Tierra. 

Sin embargo, como es sabido ésta no es la única intervención del ser humano en el clima de nuestro planeta. El agujero de ozono sobre el Antártico es desde hace tiempo dos veces tan grande como Europa, informó recientemente la Organización mundial del clima de Ginebra. Y nadie sabe cómo ha de evitarse que siga abriéndose este escudo que protege contra los peligrosos rayos ultravioletas del sol. También esto es obra humana, originada por el gas propulsor de miles de millones de aerosoles y el óxido nitroso de los abonos artificiales que utilizan a nivel mundial. A la contaminación de la tierra, de las aguas y del aire mediante miles de productos químicos, se añade la carga radiactiva causada por numerosas catástrofes y vertidos en reactores e instalaciones de reciclaje nucleares. Nombres como Tschernobyl, Harrisburgh o Sellafield dan cuenta de los accidentes que se han conocido y sobre cuyas consecuencias aún no sabemos ni mucho menos todo. 

En resumidas cuentas: la obra destructora del ser humano es desde  hace tiempo ilimitada. Aunque no queramos verlo ni reconocerlo, la biosfera de nuestra Tierra está agonizando. La victoria sobre la naturaleza es global y amenaza ahora también con devorar al vencedor. La historia de la naturaleza enseña que una especie que perturba el equilibrio ecológico, es ilimitada. Ninguna especie ha conseguido perder la estima tan rápida y persistentemente como la nuestra en este planeta. ¿De dónde sacamos aún en realidad la confianza, en estas circunstancias, de que no seremos arrastrados en el remolino del desmoronamiento progresivo del biotopo global?

 Continúa...

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